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domingo, 14 de febrero de 2021

EL ECO NEGRO. 1992. Michael Connelly

Cambiamos totalmente de tercio y esta semana nos vamos a acercar a la novela, al primer libro publicado por el escritor del género policíaco que actualmente acapara más títulos y más ventas en el mundo editorial. Me estoy refiriendo, como se puede ver en el título de la entrada de hoy, a Michael Connelly y la novela con la que ganó el Premio Edgar a la Mejor Primer Novela por Parte de un Autor Estadounidense.

Tal como he dicho antes, se trata de un libro del género policíaco, y con el que inicia la serie de su detective emblemático, Harry Bosch. Se trata de una novela policíaca, no de una novela negra, en la cual se va desgranando, poco a poco, la personalidad del personaje, su pasado en las fuerzas armadas estadounidenses, la razón de su nombre, y para todo ello, Connelly se sirve de la muerte de un antiguo compañero de Bosch, de su paso por el ejército.

El comienzo no puede ser más prometedor. Un cadáver abandonado en una tubería inutilizada, al lado de una presa, y un testigo que llama a la policía. Pero después, el autor pasa a presentar al personaje, y la narración se vuelve más lenta, hasta que , al aparecer el segundo personaje de la historia, que volverá a aparecer en otros libros publicados por Connelly más adelante, vuelve a coger rítmo. Se trata de la detective del FBI Eleanor Wish. A partir de ese momento, vuelve la soltura narrativa y ésta se desarrolla en un "crescendo" hasta los capítulos finales.

Hay lectores listos que adivinaron el final de la trama desde el primer momento, pero nosotros no somos de esos. No intentamos ir un paso por delante del escritor. Nosotros, yo (pues estoy usando el plural de modestia) prefiero seguir al escritor en su desarrollo de la trama, y aunque vea venir el final, prefiero deleitarme con la forma en que el escritor lo va mostrando a través de la narración. En fin, los finales pueden ser buenos o malos, pero lo importante es toda la urdimbre de la historia que se encuentra detrás. Y en esto, Michael Connelly demuestra ser un maestro; pues, sin darte casi cuenta, comienzas a ver las escenas como si de una película o una serie televisiva se tratara.

Otra de las cosas de las que se puede disfrutar en esta novela es del ambiente. Al estar escrita al principio de los años noventa, sin la existencia de móviles y con unos ordenadores sin red wifi, nos encontramos con un aparataje diferente, que hace que los más talluditos recordemos aquella época de teléfonos fijos, buscas, faxes, expedientes en papel que pesaban kilos, cabinas telefónicas, etc. Se trata de un viaje a un pasado muy cercano.

En resumen, un libro que vale la pena leer, con un rítmo narrativo que en algunos momentos es trepidante y te hace creer que estás viendo una película o serie de televisión, y que es un buen ejemplo del género policíaco.

Queridos amigos. Nos vemos en la red.



jueves, 26 de abril de 2018

A VUELTAS CON LA "CALIDAD DE VIDA"



Tras el importante episodio de la reunión Maasai de los años 50 del s. XX, en la cual los principales líderes Maasai decidieron, bajo juramento, dejar de atacar y robar el ganado de otras tribus que estaban en sus territorios; tras ello, digo, hago un pequeño paréntesis para introducir una reflexión sobre la "calidad de vida" en las personas mayores, que escribí allá por diciembre, y que creo que llegadas fechas en que debe hacer buen tiempo, puede ser adecuada. O polémica. Como siempre, seréis vosotros, queridos lectores, quienes decidáis. Allá va:

Me parece que en estos momentos de la vida, el que una persona pueda caminar cientos de pasos es algo que a nosotros no nos debería importar. Sin embargo, no hay nada más radiante, nada más ilógico, nada más bucólico, que el que un viejo de noventa y tantos años pueda caminar, trotar, correr por el campo detrás de un rebaño de ovejas. Y eso, precisamente eso es lo que nosotros, con nuestra ciencia, con nuestros cálculos, con nuestras estadísticas pretendemos que hagan los viejos, después de una larga vida de lucha, de trabajo y de cansancio. Después de años de llegar a su casa derrengados tras haber estado cargando sacos, cajas de pescado, u otro tipo de tareas que han hecho que sus huesos se comben e incluso, en el peor de los casos se fracturen y se suelden de mala manera. Y entonces, llegamos nosotros, en la flor de la edad, con nuestros papeles debajo del brazo a decirles que si no andan más de una hora diaria, si no corren, si no saltan, si no se relacionan con su vecino, sí con ese que no le pueden ni ver porque tienen un litigio desde hace años y que nunca se soluciona, si no hacen todo ese tipo de cosas, no están viviendo una vejez sana. Y cuando algunos de ellos nos manda al carajo, nosotros nos preguntamos, si es que llegamos a hacerlo, ¿por qué se porta así cuando sólo queremos brindarle una mejor calidad de vida a su vejez?


Quizá, y solo quizá, la mejor calidad de vida es dejar descansar a ese viejecito de noventa y tantos y dejarle decidir de qué se quiere morir. No martirizarle con tanta vida sana, sino más bien permitirle gozar sus últimos años de aquello que más le apetezca, le guste o le llene de gozo. Por supuesto, luego que no venga diciendo que no se le avisó que el tabaco provocaba cáncer de pulmón, el alcohol cirrosis hepática, y las grasas “malas” infartos de miocardio. Eso ya no cuela, querido anciano mío.