jueves, 26 de julio de 2018

"QUE NO TE IMPORTE QUEMARTE"


En estos días de verano, cerca de la canícula, a uno le da por descansar y dejar volar su mente hacia los distintos recuerdos que tiene en su vida. Y en virtud de estar comenzando a leer "Los Siete Pilares de la Sabiduría", escrito por T. E. Lawrence allá por la decada de los veinte del siglo pasado, recordé una de las primeras escenas de la película protagonizada por Peter O'Toole y Omar Shariff, "Lawrence de Arabia". Se trata de lo siguiente.


En ella, Lawrence hace una apuesta, para pasar el rato, con otros oficiales del ejército británico. La apuesta consiste en ver quien aguanta más una cerilla encendida entre sus dedos. Sea verdad o ficción, como podréis comprender, quien gana es Lawrence, que aguanta la llama de la cerilla, incluso cuando ésta alcanza la yema de sus dedos. Sus otros compañeros le preguntan:
-¿Cómo es posible? ¿No te quemas?
Lawrence responde afirmativamente, a lo que su interlocutor vuelve a preguntar.
-Entonces... ¿Dónde está el truco?
Lawrence, mirando fijamente a la llama que aun baila entre sus dedos, contesta:
-El truco está... en que no te importe quemarte.

Castillo Qasr al-Azraq. Centro de operaciones de Lawrence de Arabia.

¿Que por qué empiezo la entrada contando esta anécdota? T. E. Lawrence "de Arabia" fue uno de esos personajes que, de cuando en cuando, nos brinda la humanidad. Fue un estudioso, un entusiasta, de la arquitectura medieval. Más bien se podría decir que de las construcciones defensivas. Y también se sintió atraído desde un primer momento por Oriente Medio, pero no como los románticos del siglo XIX, que se imaginaban escenas fantasiosas, sacadas de las Mil y Una Noches. No, Lawrence quiso realizar un acercamiento mucho más real. De hecho, para la realización de su tesis doctoral, recorrió todos los castillos de la zona del Levante mediterráneo (actuales Israel, Libano, Siria, Jordania), registrando sus características de construcción y defensivas.

Fue ese conocimiento de Oriente Medio, en aquel entonces una parte del Imperio Turco, lo que le llevó a que en la I Guerra Mundial fuera destinado por el Ejército Británico como espía en la zona. Pero más que espía, lo que se le había encargado era una misión mucho más amplia. Fomentar la revolución y el separatismo árabe frente al Imperio Turco, el cual ya estaba entrando en una más que evidente decadencia.


Pero T. E. Lawrence hizo mucho más que fomentarlo. Ayudó a crear nuevamente la identidad árabe, estuvo al lado de los que lideraron el movimiento de secesión e independencia del pueblo árabe, les aconsejó incluso más allá de las órdenes recibidas por parte de sus superiores, realizó junto a ellos incursiones a puertos y trenes. En fin, se implicó de forma muy importante en la lucha del pueblo árabe por su independencia del poder turco.

Cuando una persona normal, como yo, se acerca a este personaje, siente algo así como la "aureola" que rodea al mismo, y se siente atraído por él. Pero esa atracción es justo por el personaje, por el mito creado alrededor de un hombre. Posteriormente, he leído biografías, escuchado programas radiofónicos, por supuesto ví en su momento "Lawrence de Arabia" (De la cual, y en contra de la opinión general, creo que es una de las interpretaciones menos acertadas de Peter O'Toole) y fruto de todo eso se descubre al hombre.


Y tal como dice en el inicio de su libro "Los Siete Pilares de la Sabiduría", en que relata todos estos años pasados con los árabes y su experiencia con ellos, se implicó tanto, al tener que mimetizarse con ellos en cuanto a costumbres y cultura, que, al final, no sabe a qué cultura pertenece. Se siente un advenedizo, un extraño en la cultura árabe, pues su adaptación ha sido toda ella consecuencia de su misión de espionaje dentro de ese pueblo. Pero esa adaptación, esa mimetización, esa convivencia con el pueblo árabe en las situaciones extremas que vivió, le hace perder su personalidad de caballero británico. Y aquí es donde comienza el mito.

Lawrence, convertido ya en Lawrence de Arabia, será uno de los que más intente, en la medida de sus posibilidades, que se cumpla realmente la promesa que el gobierno británico hizo a los árabes. La existencia de una nación árabe independiente. Pero las circunstancias del tiempo; las luchas, una vez vencido y deshecho el Imperio Turco, entre las distintas facciones del pueblo árabe; la intención británica y francesa de asegurar la llegada de petróleo a las metrópolis en las mejores condiciones posibles; todo ello, digo, dará al traste con su sincera idea de conseguir una auténtica e independiente patria árabe.

Por eso, al principio de su libro, T. E. Lawrence nos habla como disculpándose. Se presenta como un simple peón (y realmente así fue) dentro del Ejército Británico que cumplió con la misión que se le había encomendado: levantar en armas toda una zona del Imperio Turco para que éste no pudiera centrar todo su poder militar en enfrentarse a las potencias europeas. Sin embargo, y quizá ahí resida lo más importante del mito de Lawrence de Arabia, T. E. Lawrence se identificó con el pueblo árabe, creyó en la independencia del pueblo árabe y les enseñó a reclamarla y luchar por ella.


Tal como empezaba mi entrada de hoy, Lawrence se "quemó" por una idea, por un ideal, que aún hoy, 100 años después, sigue sin cumplirse.

Queridos amigos de CULTURA Y SERENIDAD, nos vemos en la red.

viernes, 20 de julio de 2018

LA PARADOJA DE LA MEJORÍA DEL DOLOR EN LA ENFERMEDAD CRÓNICA

Esta vez voy a hablar desde el punto de vista del enfermo. ¿Por qué? Porque soy yo el que estoy padeciendo la enfermedad. Tengo una lesión desde hace ya la friolera de 4 años, 3 meses y 11 días. Se supone que era una lesión leve, que en 3 meses se curaba, ¡3 meses!
Pues bien, por si fuera poco tres meses, en lugar de curarse, y a pesar de realizar todas las recomendaciones médicas correspondientes, ha ido cada vez a peor. Y me he encontrado con la circunstancia de ir 2 veces al quirófano, también en operaciones que eran sencillas y de resultados óptimos, y que, en cambio, la evolución a partir de dichas intervenciones quirúrgicas ha sido negativa. Me he visto, después de cada operación, más limitado en mis actividades de vida diaria.

Ahora, la solución que se me presenta es: o bien quedarme como estoy, con infiltraciones continuas y separadas en el tiempo por unos meses de diferencia y cuyo efecto me dura aproximadamente una o dos semanas como mucho; o bien una tercera operación en donde se me propone quitarme parte del hueso y esperar como funciona la rodilla. La alternativa es colocarme una prótesis, para de esta manera evitar el dolor. Sólo que este tipo de intervención tiene una eficacia del 60% aproximadamente.



Pero hasta aquí mi historia. Y ahora la reflexión "filosófica" que encabeza la entrada. La paradoja de la mejoría. ¿Por qué? Porque cuando mejoro, sé que es por poco tiempo. Hasta hace algún tiempo, tenía la esperanza que la mejoría era el principio de la curación. Era el principio de un proceso que me llevaría, tarde o temprano, a la resolución de mi lesión y a la recuperación, con secuelas más o menos evidentes, de mi vida normal. Eso hasta hace algún tiempo.

Ahora, mi experiencia, mi mente irracional, mi yo involuntario me dice que detrás de cada mejoría viene un empeoramiento. Ahora tengo que realizar un esfuerzo mental voluntario para intentar "engañar" a la mente para hacerle ver que esta vez puede ser la "buena", que esta mejoría que ahora experimenta el cuerpo puede ser la "de verdad". Pero la naturaleza es sabia, el cuerpo humano es sabio, el cerebro es muy sabio. Y por más que el hombre quiera engañarlo, el cerebro es muy tozudo. Si durante tanto tiempo ha experimentado en sus propias "carnes", si durante tanto tiempo ha almacenado en sus propias neuronas la información de que tras una mejoría llegará un empeoramiento, no habrá esfuerzo mental humano que le convenza de lo contrario.

Sobre todo porque, por desgracia, después de cada mejoría llegará un empeoramiento. Y no hay peor refuerzo mental que el que después de forzar al cerebro a pensar algo en contra de su hábito establecido, justamente se cumpla lo que él tenía establecido. Ello hará que lo establecido se refuerce de tal forma que la próxima vez que se den esas circunstancias, el cerebro responda igual, y será muchísimo más difícil convencerlo de lo contrario.

Por eso, mi cerebro, cada vez que yo noto una mejoría en mi salud, se echa a temblar. Esa es la paradoja de la mejoría en la enfermedad crónica. Que no nos alegra, al contrario. Esa mejoría nos entristece.

jueves, 12 de julio de 2018

¿HABLAMOS DE RESILIENCIA O...?


Después de unas semanas de descanso, he decidido compartir con vosotros otro tipo de entradas, que, como corresponden al verano, serán más variadas y ligeras.
Después de ellas, retomaremos la serie de LA CULTURA DE LOS PUEBLOS, no os quepa la menor duda. Mientras tanto, aquí tenéis la primera entrega de este verano.
Lo que viene a continuación es un artículo que me ha parecido interesante, a partir de una página de Facebook dedicada a la resiliencia. Simplemente es lo que antes era la capacidad de adaptación a las circunstancias ahora se resume en esa palabreja. Aquí os dejo el artículo entero.
¿Qué caracteriza a una persona resiliente?
Las personas que practican la resiliencia:
  1. Son conscientes de sus potencialidades y limitaciones. 
    El autoconocimiento es un arma muy poderosa para enfrentar las adversidades y los retos, y las personas resilientes saben usarla a su favor. Estas personas saben cuáles son sus principales fortalezas y habilidades, así como sus limitaciones y defectos. De esta manera pueden trazarse metas más objetivas que no solo tienen en cuenta sus necesidades y sueños, sino también los recursos de los que disponen para conseguirlas. 
  2. Son creativas. 
    La persona con una alta capacidad de resiliencia no se limita a intentar pegar el jarrón roto, es consciente de que ya nunca a volverá a ser el mismo. El resiliente hará un mosaico con los trozos rotos, y transformará su experiencia dolorosa en algo bello o útil. De lo vil, saca lo precioso.
  3. Confían en sus capacidades. Al ser conscientes de sus potencialidades y limitaciones, las personas resilientes confían en lo que son capaces de hacer. Si algo les caracteriza es que no pierden de vista sus objetivos y se sienten seguras de lo que pueden lograr. No obstante, también reconocen la importancia del trabajo en equipo y no se encierran en sí mismas, sino que saben cuándo es necesario pedir ayuda.
  4. Asumen las dificultades como una oportunidad para aprender. A lo largo de la vida enfrentamos muchas situaciones dolorosas que nos desmotivan, pero las personas resilientes son capaces de ver más allá de esos momentos y no desfallecen. Estas personas asumen las crisis como una oportunidad para generar un cambio, para aprender y crecer. Saben que esos momentos no serán eternos y que su futuro dependerá de la manera en que reaccionen. Cuando se enfrentan a una adversidad se preguntan: ¿qué puedo aprender yo de esto?
  5. Practican el mindfulness o conciencia plena. 
    Aún sin ser conscientes de esta práctica milenaria, las personas resilientes tienen el hábito de estar plenamente presentes, de vivir en el aquí y ahora y de tienen una gran capacidad de aceptación. Para estas personas el pasado forma parte del ayer y no es una fuente de culpabilidad y zozobra mientras que el futuro no les aturde con su cuota de incertidumbre y preocupaciones. Son capaces de aceptar las experiencias tal y como se presentan e intentan sacarles el mayor provecho. Disfrutan de los pequeños detalles y no han perdido su capacidad para asombrarse ante la vida.
  6. Ven la vida con objetividad, pero siempre a través de un prisma optimista. Las personas resilientes son muy objetivas, saben cuáles son sus potencialidades, los recursos que tienen a su alcance y sus metas, pero eso no implica que no sean optimistas. Al ser conscientes de que nada es completamente positivo ni negativo, se esfuerzan por centrarse en los aspectos positivos y disfrutan de los retos. Estas personas desarrollan un optimismo realista, también llamado optimalismo, y están convencidas de que por muy oscura que se presente su jornada, el día siguiente puede ser mejor.
  7. Se rodean de personas que tienen una actitud positiva. Las personas que practican la resiliencia saben cultivar sus amistades, por lo que generalmente se rodean de personas que mantienen una actitud positiva ante la vida y evitan a aquellos que se comportan como vampiros emocionales. De esta forma, logran crear una sólida red de apoyo que les puede sostener en los momentos más difíciles.
  8. No intentan controlar las situaciones. Una de las principales fuentes de tensiones y estrés es el deseo de querer controlar todos los aspectos de nuestra vida. Por eso, cuando algo se nos escapa de entre las manos, nos sentimos culpables e inseguros. Sin embargo, las personas resilientes saben que es imposible controlar todas las situaciones, han aprendido a lidiar con la incertidumbre y se sienten cómodos aunque no tengan el control.
  9. Son flexibles ante los cambios. 
    A pesar de que las personas resilientes tienen una autoimagen muy clara y saben perfectamente qué quieren lograr, también tienen la suficiente flexibilidad como para adaptar sus planes y cambiar sus metas cuando es necesario. Estas personas no se cierran al cambio y siempre están dispuestas a valorar diferentes alternativas, sin aferrarse obsesivamente a sus planes iniciales o a una única solución.
  10. Son tenaces en sus propósitosEl hecho de que las personas resilientes sean flexibles no implica que renuncien a sus metas, al contrario, si algo las distingue es su perseverancia y su capacidad de lucha. La diferencia estriba en que no luchan contra molinos de viento, sino que aprovechan el sentido de la corriente y fluyen con ella. Estas personas tienen una motivación intrínseca que les ayudaa mantenerse firmes y luchar por lo que se proponen.
  11. Afrontan la adversidad con humorUna de las características esenciales de las personas resilientes es su sentido del humor, son capaces de reírse de la adversidad y sacar una broma de sus desdichas. La risa es su mejor aliada porque les ayuda a mantenerse optimistas y, sobre todo, les permite enfocarse en los aspectos positivos de las situaciones.
  12. Buscan la ayuda de los demás y el apoyo social. Cuando las personas resilientes pasan por un suceso potencialmente traumático su primer objetivo es superarlo, para ello, son conscientes de la importancia del apoyo social y no dudan en buscar ayuda profesional cuando lo necesitan.