jueves, 8 de marzo de 2018

LCP Cap. 70: EL SISTEMA POLÍTICO MAASAI. LA GRAN REUNIÓN (1ª parte)


El sistema político Maasai es descentralizado. No existe un rey como tal, ni un jefe de tribu. Cuando hay que decidir sobre asuntos generales, éstos se discuten publicamente. Lo más cercano a un órgano administrativo o de autoridad es la reunión de los ancianos, los hombres más viejos del enkang, que por experiencia, se les considera los más sabios y se suele someter a su criterio las cuestiones más peliagudas.

Por eso, cuando se convocó esa reunión de los cinco clanes del pueblo Maasai en los años 50 del siglo XX, todos los que acudieron a la misma sabían que el asunto a tratar era de suma importancia.

Foto cortesía de Daniel Noll y Audrey Scott (Copyright uncornered market) 

El pueblo Maasai se divide, como acabo de decir, en cinco clanes: il-makesen, il-aiser, il-melelian, il-taarroseno e il-ikumai. Cada clan se divide en secciones que se diferencian entre sí por la marca que realizan a sus vacas. Cada sección tiene un laibón.

Y, como tal laibón, allí se dirigía Obago, con toda su gente, entre la que estaban sus hijos, Nyange y Makutule, este último adoptado de Ikoneti. Pertenecía al clan il-ikumai, y empezó a encontrarse con el resto de la gente de su clan.

El primero con el que se topó fue con Olumoto, del grupo de edad de Ikoneti. había protagonizado varias incursiones a aldeas de otras tribus con resultados positivos. Su prudencia y su forma de planificar los ataques hacían que se obtuviera el máximo número de cabezas de ganado con el mínimo número de muertes por parte de los morani que protagonizaban dichas incursiones.


También encontró a Kanyi. Kanyi era un maasai mucho más orgulloso, temerario y osado. Su característica más temida por sus adversarios era su ferocidad. Por eso, en la lucha, en su época de morani, había sido el terror de las incursiones maasai, y bastaba hacer correer la voz, en los momentos previos a un enfrentamiento, de que Kanyi se hallaba entre las filas de uno de los grupos contendientes, para que en el otro grupo cundiera el temor, por no decir el pánico. Ahora retirado de la primera línea de batalla, siempre era el que apostaba por la acción más audaz y, a veces, la más comprometida. Algo que, en algunas ocasiones, les había costado caro el grupo de morani que comandaba. por ello, Obago no disfrutaba con su compañía, y en cuanto pudo, se zafó de él.


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