domingo, 6 de marzo de 2016

EL HIJO PRÓDIGO, UNA PARÁBOLA ACTUAL


El evangelio que se lee hoy en todas las iglesias corresponde a la parábola del hijo pródigo. En ella, el hijo menor exige la parte de su herencia al padre, se marcha del hogar familiar y se la gasta de forma totalmente irresponsable. Al acabar con la herencia, tiene que aceptar cualquier tipo de trabajo para malvivir, hasta que recapacita, se arrepiente y decide regresar a casa de su padre a pedir perdón y solicitar que se le admita como simple criado. El padre, al verle, no solamente le perdona sino que organiza una fiesta para celebrar que ha recuperado al hijo que daba por perdido. Pero el hijo mayor no acepta la generosidad de su padre con su hermano pequeño. No entiende el porque se porta así con aquel que ha dilapidado su fortuna de tan mala manera y, sobre todo, no entiende cómo le iguala a él que siempre ha estado a su lado. El padre le intenta hacerle comprender el porque. No es justicia, como pide él; es misericordia, como le dice su padre.


Espero no haberme extendido mucho en mi resumen, pero es que era necesario contarlo así para entender lo que quisiera transmitir en este momento. Y es que la parábola es muy actual. Por desgracia. Se puede analizar desde un montón de puntos de vista. Da para libros enteros. Pero yo me voy a referir solamente a un hecho actual. Hoy la parábola tendría algunas variaciones, para desgracia de algunos protagonistas de la misma. Esas variaciones son: el padre ha muerto, el hijo mayor es dueño de la casa, y el hijo menor está llamando infructuosamente a las puertas y nadie quiere abrirle ni tan siquiera la parte del establo dónde se guardan los animales y dónde tendría cobijo para el duro invierno. ¿Ven por dónde voy?

Consejo de Europa 2015

Europa hace unos años se declaró muy ufana en una Constitución en la cual renunciaba a su pasado de civilización cristiana. Renunciaba a Dios. Se declaraba muy ufana de ser una civilización laica, sin Dios, en la cual solamente la razón, el bien común, el bienestar de los pueblos era suficiente para conseguir unos comportamientos éticos y morales que fueran el ejemplo para el resto del mundo. Como una nueva civilización griega, íbamos a ser la antorcha que iluminaríamos al mundo con el fulgor de la cultura. Por tanto, no necesitábamos la figura de ningún "padre". Por tanto, murió el padre de la parábola.

Constitución Europea

De esta forma, nos erigíamos en el hermano mayor, aquél al que había que dirigirse ante cualquier problema. Aquél al que había que consultar ante cualquier duda. Aquél al que había que solicitar cualquier ayuda. Y, por tanto, nos hicimos los dueños de la casa.

Zoco de Damasco (antes de la guerra civil de 2011)

¿Y el hermano menor? Ya lo habréis adivinado. Fueron todos aquellos pueblos que nos tenían como espejo. Que se miraban en nosotros porque aspiraban a nuestro nivel de vida. Que soñaban con que algún día pudieran llegar a tener el mismo bienestar del que nosotros disfrutábamos.

Hasta aquí, bien. Hasta aquí, el equilibrio. Pero llegó algo que cambió. El hermano menor recapacita y decide ir a casa del padre y solicitar ayuda, aunque sea la de un criado. Posiblemente, si Jesús de Nazareth estuviera físicamente conmigo ahora (déjenme que lo imagine por un momento) me miraría entre sonriente y melancólico y me preguntaría: "¿Estás seguro?" Yo seguramente levantaría la cabeza y le devolvería la mirada y le respondería atolondrado: "Sí." Y Él insistiría: "¿Seguro que vienen por recapacitar?"

Refugiados sirios

No. No vienen por recapacitar. No vienen porque hayan gastado su parte de la herencia. No vienen porque éste sea su hogar que hayan abandonado hace algún tiempo. Es algo mucho peor. Vienen porque su hogar, su mundo, ha sido destruido con bombas, con armas, con misiles que han sido fabricados por nosotros, vendidos por nosotros, a aquellos que los están lanzando sobre ellos. El hermano mayor es el que está destruyendo el medio de vida del hermano menor. Y cuando el hermano menor viene a las puertas de la casa del hermano mayor, éste último le niega la entrada. Normal, natural. El padre ha muerto.

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